ENTREVISTA CON…NURIA RIVAS

ENTREVISTA CON…NURIA RIVAS

14 abril, 2019 Desactivado Por Club Baloncesto Monzón

Hoy charlamos un rato con una de las componentes de aquel Expocinca de 2ª división femenina de la temporada 95-96. Se llama Nuria Rivas, es de Zaragoza y actualmente preside la asociación Adampi. Jugó una temporada en Monzón participando con el equipo en la fase de ascenso a primera división en Paterna. Posteriormente siguió su carrera en su ciudad hasta que en el año 2000 tuvo que dejar el deporte que tanto amaba, el baloncesto, por motivos de salud.

¿Cómo te iniciaste en el baloncesto?

Todo comenzó casi de manera casual. Yo estudiaba en Compañía de María, como sabéis un colegio referente en cuanto a baloncesto en Zaragoza (sobre todo femenino), y recuerdo que un día en clase, en lo que era 1º de EGB si mi memoria no falla, una compañera que estaba apuntada a baloncesto nos dijo que estaba previsto un partido contra las chicas un año mayores y que precisaban gente de nuestra edad. Yo no sabía muy bien qué era aquello, pero como siempre me ha gustado participar en muchas cosas, casi sin pensarlo levanté la mano y, en unos días, me vi jugando mi primer partido. Partido que aún recuerdo, por cierto. En aquel momento, descubrí un deporte que me pareció apasionante y para el que, parece ser, tenía algunas cualidades. La entrenadora de aquel año, África, me invitó a apuntarme a este deporte como actividad extraescolar y a formar parte del equipo. Yo no lo dudé ni un momento y, a partir de ese instante, comenzó lo que iba a ser mi pasión durante casi 20 años ininterrumpidos.

Tu llegada al Expocinca de Monzón ¿Qué supuso para ti?

La llegada a Monzón fue una experiencia muy emocionante a muchos niveles. Venía de estar en un equipo en el que no se contaba mucho conmigo, y yo me moría de ganas por jugar minutos. Este equipo, de la mano del gran Guillermo Uguet, me dio esa oportunidad confiando de nuevo en mis posibilidades. Resultó emocionante también por todo lo que suponía de entrenar fuera de casa, con gente nueva y jugar los partidos en otra ciudad. Lo cierto es que, desde el minuto uno, las tres jugadoras que fuimos fichadas desde Zaragoza (Ana Mesa, Yolanda Riverés y yo misma) sentimos que habíamos llegado a un lugar muy especial, en el que se respiraba ambiente a baloncesto en cada esquina y con una gente maravillosa que nos acogió en su ciudad y en sus hogares desde el principio.

Fue una experiencia muy gratificante a muchos niveles porque, además, era un equipo que, como después se demostró yendo a la fase de ascenso, tenía aspiraciones deportivas, y eso siempre resulta muy motivador para cualquier deportista.

Durante tu etapa en Monzón ¿Cuál ha sido tu momento más especial?

Está claro que, a nivel deportivo, la fase de ascenso que jugamos en Paterna. Fue muy emocionante y, aunque no logramos ascender, mostramos un buen juego y, siendo como éramos un equipo humilde, hicimos un papel muy digno.

En lo extradeportivo fueron muchos los momentos pero quizás destacaría la generosidad y cariño que nos demostró la gente en general y las compañeras de equipo en particular, desde el minuto uno. Personas que habían sido duras rivales hasta ese momento se revelaron como grandísimas compañeras y me enorgullece sentir que aún tengo su amistad y cariño por mucho que pasen los años.

  A lo largo de tu carrera deportiva ¿Quiénes son las personas que más te han marcado?

Ha habido muchas personas en el camino y no me gustaría dejarme a nadie. En términos generales, agradezco enormemente la confianza de muchos entrenadores y entrenadoras que pensaron que yo podía ser parte importante en un proyecto. Igualmente, he aprendido a valorar (aunque me ha llevado mucho tiempo) lo que me supuso encontrarme también con lo opuesto: entrenadores/as que no contaban tanto conmigo y que, de alguna manera, permitieron “curtir” mi carácter.

Y, por supuesto, a todas mis compañeras en todos los equipos en los que tuve ocasión de participar Las hubo grandísimas jugadoras y enormes personas, líderes de equipos que aspiraban a todo; también las hubo más humildes y discretas, mujeres que consiguieron grandes hazañas y nunca se jactaron de ello; las hubo sencillas y que pasaron más inadvertidas, pero que a mí me dejaron algo importante. Siempre. Las hubo en equipos modestos, donde pasarlo bien era la meta y de quienes aprendí a no olvidar lo importante que era relajarse y disfrutar de este deporte; las hubo sin complejos; las hubo con carácter; las hubo con quien compartí bastantes partidos y las que siempre fueron rivales; las hubo con quienes no logré entenderme, pero eso no influyó en la pista y, por supuesto, también  las hubo con mil sonrisas y complicidades. Creo que casi podría enumerar a todas y cada una de ellas y decir una palabra cariñosa de cada una porque, aunque no hubiera una gran afinidad siempre ni con todas, era mucho más lo que nos unía. Y ahora, con la perspectiva que da el tiempo, sé que todas fueron importantes en mi camino.

  Cuál ha sido el mejor momento y el peor de tu trayectoria

Mejores momentos han sido muchos: los diferentes campeonatos con diferentes equipos y selecciones, las fases de ascenso, el campeonato de España que conseguimos con el equipo infantil del Banco Zaragozano… Todo eso está claro que te enorgullece y va forjando tu carrera deportiva. Pero también hubo muchos momentos con equipos más humildes en los que participé, como toda la confianza que me dieron en Jesuitas, los primeros y últimos momentos en el equipo de mi colegio Compañía de María… (allí es donde, casualmente, comencé y concluí mi carrera)

Los peores momentos se dieron en dos aspectos: cuando sentía que no tenía la confianza de algún entrenador/a, y por lo tanto no disfrutaba de los minutos que me hubiera gustado, y sobre todo, las lesiones. Sólo tuve un par de lesiones serias que me obligaran a reposar unos meses en toda mi carrera, pero las recuerdo como muy duras por todas las renuncias que suponían y los momentos en los que no podías contribuir al equipo y disfrutar de mi pasión. La incertidumbre de cómo sería la recuperación era algo que también costaba gestionar y superar.

Por supuesto, la despedida de este deporte fue una de las situaciones que más me he tenido que trabajar como persona.

  En el año 2000 tu vida dio un giro de 360º ¿Qué pensaste en ese momento?

Efectivamente, en el año 2000 me diagnostican un cáncer de huesos en mi rodilla izquierda y, lo que había parecido ser una simple lesión deportiva se convierte en una enfermedad muy seria que me hace renunciar desde aquel momento a muchas cosas para poder salvar mi vida.

Recuerdo preguntarle al médico si, con eso que yo tenía ahí, podría volver a hacer deporte. Él me preguntó: “¿qué tipo de deporte?”. Al contestarle yo “baloncesto” y decirme él que no, todo mi mundo se vino abajo.

En aquel instante ya sabíamos que era un tumor pero aún no conocíamos su  “apellido” y lo cierto es que sentí que me daba igual lo que fuera. Se llamara como se llamara, ya había cambiado mi vida radicalmente, por lo que apenas me importaban las consecuencias que pudiera tener el concretar el tipo que era. Al poco tiempo, una vez que se asientan las cosas, ya fui capaz de valorar que ese “apellido” sí era importante, que el “apellido” de mi tumor era muy serio y que si importaban sus posibles secuelas pues podían ser muy graves. Tuve que dejar atrás la rabia por la despedida de mi pasión y comenzar a valorar con fuerza el hecho de luchar por seguir viva para poder superarlo.

  Superaste varias etapas durante el proceso de amputación de tu rodilla, de las cuales, la de superación y asimilación en el día a día serían las más complicadas y más cuando en tu caso, te encontrabas finalizando una carrera universitaria. ¿Qué pasos llevaste a cabo para lograrlo?

He de decir que, de alguna manera, fui afortunada porque la amputación se realizó en un momento que yo decidí y cuando ya se había convertido en una buena solución, y eso es algo que no todo el mundo tiene: esa oportunidad de poner fecha, de despedirse y de convertir algo tan duro en una mejor opción.

Estuvimos seis años tratando de salvar la pierna y, tras numerosas intervenciones, decidimos que había llegado el momento de amputar.

Cuando yo empecé con la enfermedad ya era Diplomada en Terapia Ocupacional, pero, como bien dices, cuando empecé con todo el proceso, además de trabajar, estaba comenzando Magisterio de Educación Especial y, como es lógico, tuve que ir sacándola algo más despacio. Acabé un año más tarde, pero pude hacerlo, sobre todo por el apoyo de mi familia, mi entorno y mis amistades.

En aquellos momentos me di cuenta de muchas cosas y de lo importante que era, como persona con discapacidad que ya había pasado a ser, tener una buena formación que me permitiera acceder al mercado laboral con los menos problemas posibles (lo digo porque sigue habiendo muchos prejuicios a la hora de contratar a personas con discapacidad)

Casi me sirvió de distracción el estar de nuevo en la Universidad en aquel tiempo pues, como digo, no sólo aprendí muchas cosas sino que además conocí a gente maravillosa que desde ese instante entraron a formar parte de mi vida.

   Tanto para ti como para las personas que han pasado por una situación similar, es muy importante contar diariamente con el apoyo de familiares y amigos ¿Qué os aportan para poder seguir vuestras rutinas con normalidad?

Siempre digo que, lo más importante que te pueden ofrecer las personas de tu entorno es apoyo y acompañamiento. Acompañar en el proceso es clave. Aun cuando no entiendan nuestras reacciones o no compartan nuestras decisiones. Es muy valioso el sentirse respaldada y comprendida en momentos de zozobra enorme. A veces no es necesario ni decir ni hacer nada especial. Sólo acompañar y tratar de comprender las diferentes reacciones es algo que nos permite sacar lo que llevamos dentro, gestionarlo y crecer a partir de esa experiencia. Y eso es muy, muy valioso y necesario.

  ¿Qué es Adampi? ¿Qué significa para ti?

ADAMPI es la Asociación de Personas con Amputaciones y Agenesias de nuestra Comunidad. Se ha convertido ya en un proyecto personal y vital que me dio mucho en los primeros momentos, incluso antes de la amputación, y que me da mucho a cada instante. Es una puerta a la esperanza para todas aquellas personas que han pasado o van a pasar por una amputación y, para quienes ya llevamos un tiempo, da sentido a una dura experiencia al poder colaborar en ese acompañamiento que decía antes de las personas que vienen detrás.

   Para todas aquellas personas que han sufrido al igual que tu una amputación y desean seguir realizando el mismo deporte o actividad deportiva que realizaban ¿Qué consejos les darías? ¿Les sería posible llevarlo a cabo?

Esto es algo que a mí me costó mucho asumir: el saber que ya nunca iba a practicar el deporte que me apasionaba de la misma manera que lo hacía. Estuve años echando de menos el tipo de felicidad que éste me producía, hasta que me di cuenta de que esa felicidad ya no la iba a encontrar exactamente igual, pero eso no era óbice para encontrar otros tipos diferentes de “felicidades” con nuevas actividades.

Existen muchas opciones de deporte a las que no debemos renunciar y, al menos, es bueno conocerlas y, si nos apetece de verdad, probarlas.

El baloncesto adaptado es el de silla de ruedas y es una buena opción, pero existen otros muchos deportes. Algunos en su versión adaptada, pero otros que igual no requieren tales ajustes: natación, senderismo, algunas actividades de gimnasio, ciclismo…

Es cierto que, el practicar cualquier deporte, a las personas con amputaciones nos supone un esfuerzo “extra” en varios aspectos: en cuanto a “logística” por así decirlo (no basta con un cambio de ropa o zapatillas, a veces hay que cambiar de prótesis), en cuanto a situación económica (las prótesis deportivas no están contempladas a la hora de recibir ayudas), en cuanto a gasto de energía (cualquier actividad nos supone un incremento en el gasto de la misma) y en cuanto a salir de nuestra “zona de confort” (no es habitual vernos en según qué contextos y a veces generamos cierto “respeto” que nos obliga a dar un paso al frente y demostrar que, al menos, queremos intentarlo)

   Para finalizar, a todos los chicos y chicas que están practicando este deporte ¿Qué consejos les darías?

Yo les diría que lo mejor de lo mejor, es poder disfrutar del mismo, pasarlo bien, crear nuevas experiencias vitales y hacer buenas amistades.

Muchas veces esto pasa por esforzarnos y tratar de ser nuestra mejor versión cada día.

Yo les animaría a aprender mucho cada día, a ser mejores que el día anterior, a trabajar esa fuerza, constancia y no rendirse que supone el deporte en general y el baloncesto en particular para poder aplicarla después en su día a día. A los y las deportistas se nos nota una actitud diferente en muchos momentos y eso es muy bueno.

Les invitaría a no rendirse cuando las cosas salen mal, a seguir entrenando con más fuerza si cabe, no “dejarse” o “pasar” porque eso no mejora las cosas. Centrarse en cada entrenamiento y partido y dar lo mejor de un/a mismo/a en el rato en el que se está practicando baloncesto es algo que hace que, puede que no salga todo, pero al menos has hecho todo lo posible y te quedas satisfecho/a de haberlo intentado.

Les animaría a ser personas francas, honestas y buenas compañeras.

Y sobre todo eso: aprender y disfrutar. Para gente como yo son muy afortunados/as de poderlo practicar, así que es importante que lo valoren