ENTREVISTA CON…MARC JOAN

Hoy el protagonista de nuestra entrevista es el pivot de Pinturas Lepanto Monzón, Marc Joan. Jugó en Monzón tres temporadas (96-97,97-98 y 98-99), tenía una gran lectura del juego, era un jugador rápido y muy bueno bajo aros. Actualmente es profesor de educación secundaria.

¿Como fueron tus inicios en este deporte?

Empecé en 6º de E.G.B (11/12 años) después de jugar a fútbol durante 3 años mientras escuchaba hasta la saciedad que era demasiado alto para este deporte. Acepté que el fútbol me quedaba pequeño y felizmente me apasioné por el baloncesto.

Jugué en el equipo del colegio hasta 8º de E.G.B. Recuerdo los entrenamientos informales en el patio del colegio con los compañeros de clase, aunque para nosotros los entrenamientos eran durante el recreo, al mediodía, en los desplazamientos al colegio botando la pelota, etc… (ahora esto ya no se lleva) Actualmente, muchos coordinadores de cualquier deporte colectivo se ponen las manos a la cabeza si les llega un niño con 12 años para empezar a jugar. Demasiado tarde entonces o demasiado pronto hoy en día?

Cuando llegué a la categoría de Cadete, empecé a jugar federado en el Grupo IFA Español. El primer día de entrenamiento llegué emocionado y sorprendido a casa y le dije a mi madre: Soy el tercer jugador más bajito del equipo y la pista tiene un parquet como el de casa! (con 14 años llegaba justo al 1,80cm).

¿Qué supuso para ti tu llegada a Monzón?

Llegué a Monzón con 23 años después de mi etapa en el “Magia” Huesca y mi paso por dos equipos de liga E.B.A: el C.B. Montcada y C.B.Tarragona. Estaba estudiando 3º de I.N.E.F. en Lérida y la posibilidad de jugar en Monzón era un regalo.

Conocía a Miguel Aso de mi etapa en Huesca. Sabía que él formaría parte del equipo y compartir vestuario con un amigo, no tiene precio. Miguel siempre pregonaba maravillas de este club.

Estar en Monzón también era estar cerca de mi familia de Huesca. Después de los partidos solíamos quedar a comer con mis padres y mis tíos de Huesca en el “Piscis”. Estos buenos momentos también se los debo al baloncesto.

¿Que sensaciones hubo en el equipo en su primer año en EBA?

Éramos un grupo de jugadores que empezó a conocerse los primeros días de agosto, con un Álvaro Burrell viento en popa poniendo las máquinas a punto y un Joaquín Arnal trabajando para convertirnos en un equipo. Gestionar grupos humanos es el caballo de batalla de cualquier entrenador, pero cuando se hace bien…. todo es posible.

Aquella temporada ganamos el “play-off” del descenso en pista del C.B. Mondragón. Jugamos muy bien porque ya éramos un equipo. Estaba orgulloso de haber ayudado al Club a mantener la categoría. Años más tarde, en otros clubes, participé en retos más ambiciosos en la parte superior de la tabla, pero no me aportaron más felicidad de la que sentí en Monzón. El compromiso y la implicación ayudan a valorar más los logros, por pequeños que a uno le puedan parecer.

De Mondragón nos llevamos otro regalo. El Club contrató a dos jugadores del C.B. Mondragón: Sergi Galán y Moisés Cruz. Joaquín era un amante del talento y no se le escapó el de Sergi . Fue un buen compañero de viaje durante las dos temporadas siguientes.

En tu etapa en Monzón, conociste a muchas personas ¿Cuáles fueron las más importantes para ti?

Para mi fue importante sentirme a gusto dentro del Club. Las personas que trabajaban desde la gestión eran trabajadoras, apasionadas, cercanas y sabían escuchar. Dispuestas a ayudar, siempre agradeceré el trato que recibí de todas ellas.

Guillermo Uguet es de las personas que más respeto me merecen y no fue precisamente con el que más me relacioné. Lo tenía delante mío ordenando tablas de publicidad en el pabellón, giraba la mirada a la derecha y aparecía organizando la mesa de anotadores y luego aparecía por la izquierda dirigiendo el calentamiento de algún equipo. Con los años que he estado entrenando equipos y coordinando entrenadores, nunca he visto a nadie con esta vocación hacia un proyecto. Si me hubiera quedado a vivir en Monzón, no tengo ninguna duda de que le hubiera ayudado en lo que pudiese. Simplemente me parece una persona admirable.

José María Marco “Cheli” era mi confidente, consejero, médico, fisioterapeuta, psicólogo y, sobretodo, un amigo. Otro ejemplo de entrega incondicional al Club y otro referente al que siempre tengo presente. Junto a Nacho Chaverri y, siempre con el baloncesto de fondo, hablábamos de todo a pie de calle delante del videoclub o en el “Sol y Sombra”. Me hacían sentir como en casa.

También fueron importantes todos los compañeros que tuve. No puedo extenderme en todos ellos pero si que me gustaría recordar a alguno de ellos.

Miguel Aso y Ramon Castel eran los anfitriones del equipo (junto con Alberto y Pablo del cuerpo técnico). Ambos abanderaban en la pista los valores de la gente que estaba detrás de este proyecto. Hospitalarios, moderados, sencillos y generosos.

Era un placer estar en pista con Miguel, aunque entre los dos no sacábamos un codo a pasear sin previo permiso notarial. Cuando llegó Sergi Galán, los codos seguían sin aparecer….ja,ja….Suerte que Joaquín nos aceptaba como éramos.

Miguel es una de las amistades a prueba de kilómetros. Sé que, no pudiendo contar con él en el día a día (vivo en Banyoles desde hace 12 años), siempre tengo la sensación de tenerlo cerca. Es una excelente persona.

El grupo de jugadores que llegaron de Zaragoza la primera temporada eran el motor que movía el vestuario, y algunos de ellos nunca descansaban…. De caracteres opuestos, se complementaban a la maravilla para ofrecer un colchón al que todos nos gustaba arrimarnos.

Victor Corzan era más bien reservado y discreto, pero siempre dispuesto para reírse con todos. Juan Castarlenas era un niño (para mi); entre todos lo protegíamos y lo ayudábamos en su transición a la etapa adulta, con cierta picardía pero siempre con buen fondo. Fredy era la parte racional y metódica, muy necesaria en este grupo. Nos entendíamos muy bien. En el polo opuesto estaban Pablo Villalba y Sito Alonso, aportando pequeñas pero necesarias dosis de irracionalidad al grupo. Eran “la pareja” más divertida y cariñosa que me he encontrado en un vestuario. Cómo me reía con cualquier banalidad que se sacaban de la chistera. Como exageraban y como eran capaces de sacar humor de cualquier rincón. Eran unos maestros en devorar el presente. Las ocurrencias de “bombero” terminaban con un “vamos pues…”, la traducción maña más afinada del concepto “Carpe diem”. Los he echado de menos en varias ocasiones.

También tuve la suerte de conocer a Sergi Galan y Jordi Muñoz. A ambos los quería mucho. Sergi me despertaba mucha empatía y a menudo me veía reflejado en él. Jordi llegó siendo un adolescente , atrevido y vertical como pocos. Pasó una etapa muy difícil y en 2 años ya era un veterano de 20 años. Fue un placer estar a su lado durante este tiempo.

En las temporadas siguientes llegaron más jugadores. Joaquín o Sito los conocían y la verdad es que eran buenos jugadores. Después el contexto puede favorecer más o menos su rendimiento, pero la mayoría tenían buenas aptitudes para este deporte. Recuerdo bases muy anotadores como Jose Badia, Miki López y Fernando Conde; otros más organizadores como Ricardo Calatayud (estuvo en la primera temporada), Jorge Arbués y Jose Descartin, con los que también tuve mucha complicidad. También recuerdo a Pedro Escobedo, genio y figura, Sergio Garcia, Carlos, Ramon Bernadó, Paco, Antonio Hernández, etc…

Si tuvieras que elegir los cinco jugadores más destacados que compartieron equipo contigo ¿Quiénes serían?

Ui esta pregunta es difícil de responder….

Siempre me he sentido cómodo al lado de los jugadores que sabían leer el juego, aceptaban sus carencias y generaban confianza. Cuando coincidía que además eran muy resolutivos en alguna faceta del juego, pues mucho mejor, pero no era un requisito imprescindible.

La confianza se gana con el tiempo, y por eso era más fácil que me sintiera cómodo con los jugadores que habíamos compartido más horas dentro y fuera de la pista.

Las temporadas son muy largas y los partidos necesitan de muchas manos para sacarlos adelante. Había jugadores muy necesarios en determinadas situaciones del juego y otros eran más eficientes en otras situaciones. Joaquín sabía leer muy bien las necesidades del equipo.

Pablo Villalba me transmitía mucha confianza, además de ser un grandísimo jugador. Miguel Aso para mi era imprescindible, independientemente del estado de sus rodillas. Con Fredy Gimeno siempre predecía sus movimientos y era fácil jugar con él. Cuando Sergi Galan estaba con la autoestima alta, tenia que estar en la pista si o si. Jordi Muñoz era un gladiador con talento.

Creo que he nombrado a 5 jugadores. Me quedo en el banquillo con Jose Descartín, que siempre me transmitía mucha tranquilidad cuando jugaba y junto con el resto de ex compañeros que tuve y me hicieron pasar muy buenos momentos.

De las tres temporadas que estuviste aquí ¿Con cuál te quedarías?

Para mi fue una temporada que duró tres años. Era un bloque de jugadores que cada temporada se matizaba un poco. Quizás la tercera temporada fue un poco distinta a las dos anteriores, pero han pasado 22 años y no puedo exigirle más a mis recuerdos.

Si tuviera que elegir una temporada, me quedo con la primera. Disfruté mucho al lado de Pablo, Sito, Víctor, Castarlenas, Fredy, Ricardo, Sevillano, Miguel y Ramon Castel. Con Joaquín y Alberto de entrenadores.

Todos sabemos que el deporte nos da muchos valores, tu que ademas das clases en un instituto¿Cuales de ellos aplicarías?¿Que diferencia ves entre los de aquella época y los de ahora?

El deporte en general es un instrumento con un gran potencial educativo. El baloncesto, como deporte de equipo, puede ayudar a transmitir a los jóvenes valores como el esfuerzo, constancia, compromiso, tolerancia y respeto. Se describen en 20 segundos pero nos cuesta sudor y lágrimas conseguir que nuestros jóvenes los interioricen y sean sus compañeros de viaje.

El contexto social actual difiere sobremanera con el de hace 30 años. Los valores y los hábitos de los niños van de la mano del contexto social en el que han crecido, del núcleo familiar y de las amistades más cercanas. Los entrenadores debemos aceptar esta realidad y “blindar” nuestras horas de entrenamiento con los valores que queremos inculcar a los niños.

Actualmente en la mayoría de poblaciones hay una gran variedad de oferta deportiva. Nuestros jóvenes pueden elegir la práctica deportiva que mejor se adapta a sus necesidades y pueden ampliar su bagaje motor pasando de una actividad a otra. Es una ventaja que el actual contexto nos ha servido en bandeja.

Contrariamente, muchos niños no tienen la necesidad de afrontar los desafíos que conllevan la práctica de cualquier deporte. La escasa tolerancia al fracaso aumenta la cultura de vivir sin esfuerzo y sin hacer autocrítica. Los educadores y padres debemos acompañar a los niños a vivir la superación de los retos deportivos como un proceso de maduración y superación personal. Las frases de “dejo el equipo porque la entrenadora me tiene manía, porque juego poco, porque un niño me dice esto, porque no me la pasan o porque hace frío en la pista exterior…” son ejemplos que debemos detectar, arrimar el codo y empezar a trabajar con los niños los valores anteriormente comentados. Por muy cansados que estemos los adultos, debemos de invertir tiempo para ayudarlos.

A los que se inician en este deporte como jugadores/as ¿Qué consejos les darías?

El primer objetivo que me pongo entre ceja y ceja en la iniciación deportiva, es conseguir la fidelización de los niños a este deporte. Divertirse, reír, sentirse valorados y despertar su interés. No trataría de decirles nada, simplemente pondría todos los sentidos para que se lo pasaran muy bien y hicieran todo lo posible para no faltar a ningún entrenamiento.

Para ello, me gusta priorizar el uso de metodologías globales para transmitir el concepto de este deporte, utilizar juegos siempre que puedan ayudar a mejorar nuestros objetivos, ofrecer retos accesibles pero atractivos para mejorar la autoestima de los niños/as, atender las necesidades de cada niño/a en concreto y empezar con actividades cooperativas para fortalecer el sentido de grupo. Esto también se escribe en 30 segundos pero en la pista representan 30 dolores de cabeza, como mínimo.

Creo que esta es la parte más importante en las primeras semanas de iniciación a cualquier deporte. Posteriormente utilizaría otras metodologías, introduciría la competición, adaptaría el grado de exigencias de las tareas, etc.